El otro día viví una
situación traumática cuando mi sobrino de 3 años tuvo que interrumpir su siesta
en plena fase REM para ir al cole por primera vez en su vida. Nos miraba con
cara de “no entiendo por qué me hacéis esto, ya he ido esta mañana” mientras un
puchero asomaba en su carita con los ojos hinchados. Yo le intentaba argumentar
que iba a ser divertido, pero está claro que cuando tú no estás convencida de
algo no puedes convencer al de enfrente, por mucho que le saques unos añitos de
ventaja. Y lo único que conseguí es que no quisiera ni despedirse de mi antes
de montarse en el coche camino de lo que él únicamente ve como “sitio que me
impide dormir y ver Caillou”. La verdad es que menos mal que no soy yo su
madre, porque si lo llego a ser, en cuanto veo el puchero le vuelvo a meter en
la cama y compro los derechos de Caillou para que lo pueda ver cuando quiera. ¡¡Yo
ni le escolarizaba!!
Ayyy, y lo que te queda mi
niño.
Pues no hemos sufrido todos
con los madrugones, con tener que volver al colegio después de comer en
primavera con un calor de aúpa, que cuando salías por la puerta oías la música de
Falcon Crest en la tele, y hubieras dado tus manos con tal de quedarte a ver
las maldades de Angela Channing en lugar de irte a un examen sorpresa de inglés
a “primera” y clase de gimnasia a “segunda”, para salir toda sudada con el
hombro deslomado por tener que llevar 5 mochilas entre libros, ropa de gimnasia
y extraescolares… Y llegabas a casa… - ¿Te has comido el bocadillo? -.
- ¡¡A ver!! ¡¡¡No lo he
encontrado!!! En qué mochila estaba???!!! -.
Así que te echaban un
vistazo rápido, te daban crema para los moratones en los hombros, y te ponían
tu bocata de Nocilla y tu vaso de leche mientras veías “El Planeta Imaginario”
con una rallada monumental, dudando de si eras un poco corta, o si el programa
no era apto para niños con una inteligencia standard.
Luego cuando crecías un poco
llegaban los fatídicos exámenes de evaluación, esos en los que te lo jugabas
todo a una carta, y la llegada de las notas sí que te hacían vivir en un
planeta imaginario:
- ¡¡Lo que han
preguntado no lo hemos dado!! Te lo juro!! ¡¡Nadie lo sabia!!! Ni María García,
que saca todo “sobres”-.
- No, al final
no han dado hoy las notas porque había un problema informático-.
- Esa profesora
me tiene manía. ¡¡¡Pero no vayas a hablar con ella!! Que es peor…-.
- ¡¡¡Ha
suspendido toda la clase!!!! ¡¡¡Muy fuerte!!!!-.
En esas edades ya la imaginación
no se limitaba a excusarte con las notas, empezaba tu vida social, y eso a
veces era complicado en casa:
- ¿Que quién va?
¡¡¡Pues todo el mundo!!! - Y te empezabas a inventar nombres de gente a diestro
y siniestro. De repente conocías a más gente que Pocholo.
- Duermo en casa
de Pepita. No, no tienen teléfono-.
Y para tener una vida social,
hace falta tener una economía medianamente saneada:
- ¿Me das dinero para
fotocopias? No, no, no, ya voy yo a hacerlas que me pilla de paso…
Ahora me rio, pero pienso,
mas se reirían nuestros mayores oyendo nuestras frases, porque al verlo ahora
con la edad y la distancia digo, - Sabían perfectamente que les estábamos
contando la misma milonga que contaban ellos -. En el momento nos creíamos los más
listos porque sabíamos que ellos también habían sido adolescentes, pero nos convencíamos unos a otros con un – Eran otros tiempos, era distinto -. Si, joder, ¡¡Eran los
tiempos de Franco!! ¡¡O andaban vivos o a la cárcel!!! Eso sí que tiene que
activar la imaginación. Yo como mucho me comía 3 fines de semana de arresto
domiciliario.
De más mayores y ya en la
universidad la cosa cambiaba, el control sobre ti era menor, y las pipas menos
arriesgadas, sobre todo si estudiabas en la pública, erais 400 por clase, el
profesor no sabía de tu existencia, y ni cartas a casa ni leches. En mi entorno
había gente que tenia esquemas de las asignaturas que en casa creían que tenia
aprobadas y las que no. Un estrés. Yo no sé cómo dormían. Croquis a 6 colores
sobre:
- Asignaturas que
tengo en convocatoria de gracia. (Nunca he entendido por qué era convocatoria de
“gracia”. Ya ves tú la gracia, la suspendes y a la puta calle, el descojono padre
vamos).
- Asignaturas que
mi madre sabe que he suspendido pero no se lo ha dicho a mi padre.
- Asignaturas
que toda mi familia cree que he aprobado pero no, y me van a partir la cara.
- Horario del
campeonato de mus
Esa era otra,
los campeonatos en la cafetería de la universidad. En la mía había campeonatos
de todo. De Mus, de Tute, de Rol, y el más importante, el campeonato de a ver
quién conseguía mesa en hora punta. La peña corriendo y haciendo “lanzamiento
de 10 metros carpeta” a la única mesa libre. ¿Y sillas? Da igual, hacemos
glúteo, lo importante es poder apoyar los vasos y el cenicero. Mítica cafetería, en la que le
gritabas al camarero de toda la vida,¡¡ LO DE SIEMPRE!! , y te ponía una caña
para 15.
Pero está claro
que todo esto no se lo puedo contar a mi sobrino, por dos motivos, porque todavía
no me entiende, y porque lo mismo le da una depresión viendo sus próximos 20
años, y se da al valium, asi que me voy a centrar en explicarle que durante
todos esos años, aunque no lo parezca, hay algo que es monumental. Y se resume
en 4 palabras: Tres meses de vacaciones.
Es lo que más
echo de menos de aquellos años de estudiante. Te plantabas en Junio en vacaciones
y hasta Septiembre.
Yo era de esas
niñas afortunadas con casita en pueblo de veraneo, se cerraba la casa de “invierno”
y hale, a preocuparse solo de extenderte bien el AFTERSUN cuando volvías a casa
de la playa a las 8 de la tarde con la nariz fosforita y la espalda pelada.
Porque eso sí que es cierto, en mis tiempos de niñez, lo de la protección solar,
poca. Vivimos más bien la era de la crema de zanahoria, y todas brillando en la
oscuridad. Que te metías en el mar y eras impermeable, las gotas no penetraban
en tu piel.
Pero claro,
ahora estamos en septiembre, como para convencer a un pequeñajo de 3 años de
que dentro de 9 meses va a poder volver a sus siestas y a Caillou. Y en cuanto
empiece a crecer un poquito y mire a su alrededor, y vea que después de esos
años, llegan los años del currela, los mismos madrugones, la misma falta de
siestas, pero con 20 días de vacaciones a repartir a lo largo de todo el año,
pues el pobre es probable que me saque
su dedito corazón, y me diga 3 palabras con las que me siento muy identificada:
ALQUILO MI VIDA.
Nota de la frikibloguera: Yo lo siento mucho, pero sigo siendo de
inteligencia standard, y no lo entiendo, no lo entiendo...