martes, 19 de junio de 2012

Con nocturnidad y alevosía


Acabo de pasar exactamente 10 minutos gritando y lloriqueando frente a un moscardón que se ha colado en mi espacio, en mi habitáculo, en mi lugar de reflexión. Tiendo a panicar ante situaciones la mar de absurdas, como la lucha con un moscardón. No, no estoy hablando de los nocturnos con copa en mano oteando la zona, hablo de los redondos, gordos, y con mucho pelo. Vaya, sigue pareciendo que hablo de los nocturnos, pero no, hablo del pobre e inocente insecto. El nocturno es más fácil de esquivar, solo si quieres, claro. Pero son formas distintas, a los segundos no vale con darles con un trapo en la cara...

Es curioso cómo las noches de la city están plagadas de tíos y tíos y más tíos. La verdad es que entras en un bar, por lo menos en mi tierra, y la proporción es de 1 a 4. Una inofensiva chica cruzando el bar camino del baño, y 14 pavos mirándola de arriba a abajo viendo si cumple sus expectativas. Bueno, eso a las 3 de la mañana, porque a partir de las 5 parece que todas cumplen las expectativas. Solo falta que te agarren del moño y te lleven hacia la puerta al grito de ¡¡¡TENGO UNA, TENGO UNA!!!

Tengo un amigo que dice que la gente que sigue en la calle a partir de las 6 de la mañana es porque no ha podido “pillar” antes. Es italiano, alto, y con estilazo. Para las 4 siempre desaparece…

Yo no me puedo quejar, pero soy muy discretita, así que solo os voy a hablar de lo curioso que es fijarte en tu alrededor. Siempre se cumplen las mismas premisas.

En todos los grupos de chicos hay uno de ellos que sobresale sobre el resto, o tiene más estilo, o mejor sonrisa, o buen cuerpo, o simplemente pasa de todo apoyado en la pared y eso, sinceramente, es lo que más atrae. 

El hacerte el indiferente nunca falla, eso, y chicos, muy atentos, llevar una sudadera azul.
Claro que eso siempre va a depender del ambiente en el que os mováis. Yo soy de chiringuito y chancletas más que de discoteca y plataformas. Nada como un verano por bares playeros. Lo de los pendientes de aro, vestidos de licra de cebra y tacones  con un tatuaje de “I love Rafa Mora”, es algo que no me llama, pero dame un vestido de tirantes, unas chancletas, olor a salitre, cervezas y la de la amplia sonrisa al amanecer, soy yo. Esos chiringuitos en los que el camarero medio fumado te dice, - Perdona, ¿me habías dicho 4 cervezas? Te he puesto ocho…-.
- ¡¡Ah! ¡¡Da lo mismo!! Si nos las vamos a beber igual…-.

Por suerte en mi cuadrilla somos muchas, muy variopintas y la verdad es que muy poco sociables, pero hay una característica que no suele fallar cuando entramos en un bar, si hay un chico con sudadera azul, allí va la mirada de todas. Eso sí, cuando se da la vuelta y vemos su fisionomía, en cuestión de segundos ya sabemos a quién le pega.

Si, “a quién le pega”, y ahí viene la frase comodín, nos giramos todas mirando a una y … - ¡¡Te pega!!-. Y tu amiga te responde con media sonrisa (está conteniendo la otra media…), - ¡¡Venga ya!!! Que no… -. Y hasta aquí puedo leer.

Si nos gustan los que van de indiferentes es por algo… Es un coñazo cuando te viene el típico tío pesadito, en plan, - Holaaaaa, tu estudiaste en ... -. Y tú le respondes que no, porque no estudiaste ahí entre otras cosas, y te giras tranquilamente a seguir con tu conversación, y él se dirige a tu amiga. - ¿Qué pasa, que tu amiga tiene novio no? -.
Ahí, como para todo, hay varios tipos de amigas:
La pasota, que le sonríe y no le responde.
La borde, que le responde, - Qué va, es que no le gustas una mierda -.
La práctica, que le responde que sí, que tienes novio, y ahí se acaba el problema (con suerte).
La amable, que no tengo ni idea de lo que le diría, porque yo no tengo vena amable.
La borrachona que le dice, - Ella sí, pero yo no…-.
La vacilona…- ¿Qué dices? - .
- Que tu amiga tienen novio ¿no? -.
- ¿Cómo? ¡¡No te oigo!!-.
- ¡¡¡Que si tu amiga tiene novio!!!-.
- ¿Qué?-.
- ¡¡Tu amiga!!-.
- ¡¡Ah!! No gracias, no fumamos-.

Y luego está la creativa, que le dice, - ¿Sabes qué pasa? Es que es mi novia y nos estas molestando -.

Pues aunque no lo parezca, esta última, es la peor respuesta, ahí la hemos cagado. Aunque pueda parecer lo contrario, y creas que de un plumazo le has quitado todas las esperanzas puesto que NO NOS GUSTAN LOS HOMBRES, no, ahí es cuando no sé si fruto del alcohol, de las feromonas, o simplemente de nacimiento, el tío corre cual gacela a su grupeto, y todos se giran imaginándose una cama redonda.

Una vez fui de lista, y lo hice, y acabamos 3 amigas corriendo por la acera tras un taxi, mientras una me gritaba, - ¡¡Pero tía qué les has dicho!! ¡¡Que somos putas?? -  Y yo, - ¡¡Que no, que somos lesbianas!!! Y ella, - Pero ¿¿ lesbianas putas??? -.Y yo, - Que no, ¡¡que sólo lesbianas!!!-.
Un drama y muchas risas, el taxista no parpadeó hasta que nos bajamos del taxi.     

La vida del taxista tiene que ser dura. Muchos madrugones, horarios infinitos, caravanas, riesgo de accidentes, “sinpas” de pubertos borrachuzos, atracos…
Y lo peor, la cuadrilla después de una noche de risas retornando al hogar.
De esas noches que quieres pillar todos los semáforos en rojo porque los ataques de risa te impiden erguirte y andar como una persona normal hasta el portal.
A quién no le ha pasado que se le abra el paraguas plegable dentro del taxi arrancándole el peluquín al chófer, o que tu amiga le sintonice la radio y se quede con el botón en la mano,  o que otra fruto del alcohol y de la costumbre de conducir en horario laboral, abra la puerta del piloto y se le siente al taxista en el regazo… ¿A vosotr@s no? A mí tampoco…

Pero me apuesto el culo, y no lo pierdo (ni ganas), a que todos los taxistas del mundo pueden decir que le han pasado las siguientes cosas:
- Vomitonas por la ventanilla (o dentro del bolso) -.
- Lloros post-rupturas al grito de ¡¡¡¡ES UN CABROOOON!!!!
- Frenazo al oír un cuchicheo en el asiento de atrás, - ¿¿¡¡Alguna tenéis dinero??!! -.
- Y lo mítico, a las 6 de la mañana y sin rumbo fijo, - ¡¡Llévenos a un sitio con fiesta!!! -.

Pero volviendo a lo que estábamos, que me disperso, cuando un tío es insistente, puede estar 45 minutos dándote nombres de universidades, para ver si en la 21 le respondes, - ¡¡Ostras!! ¡¡Estudié ahí!! ¡¡Anda qué coincidencia!!! ¡¡A la cama!! ¡¡¡Ya!!!! -.

Lo normal con ese tipo de chapas es que le acabes diciendo que no tienes el graduado, que nunca has estudiado, que no sabes leer ni escribir, y que no hemos podido estudiar en el mismo sitio por razones obvias... Pero cuando son de los cansinos de verdad, se ofrece para enseñarte a leer… braille con sus lunares. Y ese es el momento de cambiar de bar. Pero esa idea no le gusta nada a tu amiga, la de el de la sudadera azul, y te mira con cara de “ como os vayais ahora del bar os rajo la cara con mis propias uñas y luego os coso los ojos con vuestras venas” , asi que por quitarte de encima al plasta con lunares, te acercas al chico del fondo apoyado en la pared.

- Hola, tu estudiaste en… -.
Y es curioso, ellos siempre han estudiado en el primer sitio que se te ocurre… ;)