Aquí estoy de nuevo, tirada en el aeropuerto.
Hace no mucho miraba atenta a las pantallas de información del aeropuerto
buscando mi vuelo directo a mis playas favoritas, con mochila, chancletas y
pantalón “cagao” con 5 amigas y millones de cosas que contarnos.
Ahora miro a las mismas pantallas con portátil, tacones y vestido de niña
buena. O lo intento.
Ayyy, qué distinto es un aeropuerto en función de las razones que te lleven
allí.
Cuando es por vacaciones la señora que pasa 6 veces seguidas con el
cinturón puesto por el control, haciendo una cola interminable te parece
entrañable. Y la que ya dentro del avión lleva el caballo de madera para su
nieto e impide que tú tengas sitio para tu minimaleta te hace hasta gracia.
Normalmente son la misma persona…
Pero cuando es por curro e intentas volver al hogar ya no ves a una señora
entrañable, ves a una “vieja de los cojones”, y solo te la imaginas colgada de una soga por
el cuello con el caballo de madera debajo del sobaco apaleada a modo de piñata.
- Señora o avanza o le fundo el cinturón contra su piel con un soplete -.
Lo bonito es que mientras ella pasa con su caballo y su cinturón de hierro
forjado, a ti te cachean incluso sin haber pitado.
- Señorita, pase por aquí – te dice un tío vestido de verde con un
tricornio-.
- ¿¿Ein??- le dices tú vestida de negro en calcetines-.
- Es solo un segundo- te dice él mientras una tía te indica que abras los
brazos-.
- No, si tiempo tengo, lo que no tengo es humor. Que el de delante ha
pasado con el estuche de una metralleta y un cuchillo entre los dientes, y
nadie le ha dicho nada…- piensas tú mientras la tía te indica que abras las
piernas-.
Pero nada, en cuanto pasas el control, cierras los brazos, cierras las
piernas, te vuelves a poner los zapatos, metes el portátil en la funda, te
metes la camisa, te pones el jersey, los pendientes, el collar, los anillos,
los empastes, los aros del sujetador, los tornillos de los tacones, y el
piercing del clítoris, ya puedes avanzar con la poca dignidad que te queda. Es
que era muy peligroso todo. Y muy de matar.
Y más teniendo en cuenta que ahora mismo cualquiera te puede matar con un
simple estornudo. Pero eso no lo vamos a comentar muy alto, a ver si me va a
leer alguien importante, de esos que tienen tarjetas opacas, y se le ocurre que
aprovechando que te cachean te pueden meter un termómetro en el culo y ya, matamos
3 pájaros de un tiro. Pues mira a mí ya, directamente, pégame un tiro.
Y cuando me voy recuperando y recolocando, y empiezo a avanzar por el
aeropuerto y empiezo a pensar en qué tiendas compensar mi cabreo, le veo
acercarse, joder, viene hacia mí… No hay nada que hacer, nuestras miradas se
han cruzado, me van a encajar una tarjeta de crédito.
- ¿Es usted española? – Sonrisa profident-.
- A ver, estamos en el aeropuerto de Barcelona, ¿crees que es la mejor
manera de empezar a vender algo? ¿Sabes las posibilidades que hay de NOES entre
catalanes que van y extranjeros que vienen? Replantea la pregunta - pienso yo-.
Mi pausa silenciosa y pensativa le hacer replantear la pregunta.
- ¿Habla usted castellano?-
(Así sí).
- Pues sí, pero no estoy interesada gracias – le digo sonriendo-.
- No puede ser, si no sabes lo que te voy a contar- me dice sonriendo-.
- Si, la semana pasada uno de los tuyos me contó las maravillas de vuestra
tarjeta desde la puerta A21 hasta la puerta C36. Durante el trayecto me compré
unos vaqueros en Mango y entró conmigo en el probador - le digo sonriendo-.
- Pues con nuestra tarjeta le hubieran regalado puntos en Mango – me dice
sonriendo-.
- Es que yo no quería puntos, quería unos vaqueros- le digo sonriendo-.
- ¿Y hoy quiere puntos? – me dice sonriendo-.
- No, hoy quiero comprarme el HOLA y montarme en un avión que salga puntual
y me lleve a mi casa y tomarme unas cañas con mi gente, y abrir mi armario, y
mi nevera y sobre todo ¡¡mi cama!! - le digo llorando-.
Y ya no hay respuesta, porque estás llorando, y cuando lloras no hay tío
que se quede a verlo.
Así que me he comprado el HOLA.
Y aquí estoy, totalmente metida en la casa esa que aparece en las 10 primeras
páginas. Casoplones de gente que nadie conoce, pero siempre tienen el mismo
perfil. Chica rubia con vestidos largos con mucho escote en palacete, con
marido con implantes capilares y camisa blanca con cara de que ha participado
mucho en la decoración del mismo. Yo creo que el fotógrafo preguntó cómo ir al
baño y el tío le miro con cara de, - Pues
ni idea, abre puertas. Si lo encuentras me dices, porque yo he meado en la
piscina ya desesperado -.
Y en eso estoy yo pensando, en que esa gente seguro que no sabe dónde mear,
pero no espera colas de embarque… Y eso es vida.
Yo de momento estoy esperando en la mía, y me voy a mi casa, que no sale en
el HOLA pero siempre me da la BIENVENIDA.